Jorge Urbano en Bar Monarca

Intención, visión y rumbo

Para Fernando Arguedas, chef de Monarca, la serie de colaboraciones internacionales en Bar Monarca surge como una extensión coherente de la filosofía del restaurante; una apuesta por el intercambio genuino para contrastar perspectivas, ampliar criterios y descubrir nuevas formas de explorar la coctelería desde Latinoamérica.

“Compartimos un territorio cultural riquísimo, marcado por ingredientes autóctonos, tradiciones profundas y una manera muy particular de comprender la hospitalidad”, afirma Fernando, subrayando la relevancia de dialogar con mixólogos que provienen de una identidad común, aunque con expresiones muy diversas según sus países de origen.

Bajo esta premisa, Bar Monarca, ubicado en el segundo nivel y concebido como el laboratorio creativo del restaurante, se convierte en el escenario donde la cocina y la coctelería se articulan para formar una misma narrativa y ofrecer una experiencia que nace desde la técnica, la sensibilidad y el intercambio humano.

Cada colaboración surge del trabajo de equipo consolidado con el tiempo, conexiones con colegas y profesionales de la industria, además de una claridad para identificar propuestas afines o con un discurso que se alinea de forma natural con la visión de Monarca. Cada invitado recibe total libertad creativa para diseñar el menú líquido, ya que imponer una línea no resulta necesario cuando la riqueza se encuentra en cómo cada mixólogo expresa su propio lenguaje sin restricciones ni límites. Además, el equipo de Monarca desarrolla una experiencia inmersiva para descubrir el contexto salvadoreño a través de recorridos por mercados, visitas a productores locales, encuentros con cocinas en todas sus categorías, descubrimiento de ingredientes y un acercamiento a la escena de bares de San Salvador. Todo ello busca que los cócteles del menú no solo reflejen la visión del invitado, sino que también integren el entorno, la cultura y las materias primas del país.

El proyecto adquiere otra dimensión a través de las masterclasses complementarias dirigidas a mixólogos, bartenders salvadoreños y miembros de la industria. Estas se abren de manera intencionada hacia invitados seleccionados para compartir técnicas y criterios. Para Fernando, el conocimiento adquiere valor cuando circula y se comparte, y es a través de estas sesiones que la escena gastronómica local entra en contacto con nuevas metodologías y miradas, impulsando un crecimiento que trasciende los límites físicos del restaurante. El propósito de Bar Monarca es consolidarse como un punto de encuentro regional; un espacio donde la coctelería latinoamericana pueda pensarse, cuestionarse y evolucionar desde un lugar común, amable y contemporáneo.

Una visita que profundiza

La visita de Jorge Urbano marcó un momento dentro de la serie de colaboraciones internacionales de Bar Monarca. Mixólogo mexicano y jefe de barra de San Juan Records, proyecto dedicado a la curaduría musical en vinilo y a la exploración de la relación entre sonido, hospitalidad y cultura, Urbano desarrolla una práctica que articula investigación cultural, técnica aplicada y narrativa. Desde esa doble lectura, barra y música, llegó a San Salvador para compartir una visión contemporánea de la coctelería latinoamericana, planteada desde el intercambio y el trabajo colectivo, más allá del enfoque individual.

Su paso por Monarca se desarrolló a través de una masterclass privada y una toma de barra posterior, ambas concebidas como espacios de diálogo con la escena local. Más allá del formato, la intención es clara y busca abrir conversación, compartir criterio y poner sobre la mesa una forma de entender la coctelería como un lenguaje cultural.

El cóctel como relato, del yo a nosotros

Uno de los ejes centrales del trabajo de Urbano es el storytelling personal hacia una narrativa compartida. Para él, un cóctel no debe contar únicamente la historia de quien lo crea, sino funcionar como un punto de conexión donde el comensal pueda reconocerse. Referencias íntimas solo cobran sentido cuando se transforman en símbolos colectivos, anclados en la cultura, la memoria y la cotidianidad.

Durante la masterclass, Urbano explicó cómo estructura sus ideas a partir de tres fuentes de inspiración, personal, histórica y cultural, siempre con el objetivo de que el relato trascienda lo privado. En su enfoque, el sabor no es un fin nada más, sino una herramienta para comunicar contexto local y pertenencia.

Música, destilados y técnica como lenguaje

Urbano articuló la relación entre música, técnica y destilados como parte de una misma estructura creativa. A partir de su cóctel Popurrí Negroni, ganador en la final latinoamericana de coctelería, explicó cómo una composición musical puede traducirse en una estructura líquida. Cada ingrediente representa un movimiento y, al integrarse, construyen una experiencia sensorial completa donde el sabor “suena”. Esta metodología, lejos de ser un ejercicio conceptual, busca generar experiencias inmersivas comprensibles para los asistentes, a la vez que introduce referencias culturales de manera clara y respetuosa.

Desde ese mismo enfoque, la masterclass profundizó en la diversidad de destilados mexicanos y latinoamericanos, ampliando la conversación más allá del tequila y el mezcal. Raicilla, sotol, charanda, pox y bacanora fueron analizados desde su origen, procesos de fermentación y perfiles sensoriales, con énfasis en cómo el clima, el terroir y el estrés de la planta influyen directamente en el carácter del destilado. El mixólogo abordó también el uso de herramientas contemporáneas como el rotavapor, así como la relevancia de los procesos ancestrales, subrayando que la técnica solo cobra sentido cuando está al servicio del sabor, la memoria y una narrativa honesta vinculada a la cotidianidad y la nostalgia, pero siempre tomando en cuenta, el no volverlo un recurso personal, sino más bien, uno de comunidad.

La experiencia en barra

Estas ideas se trasladaron a la experiencia en barra, donde Urbano trabajó junto al equipo de Bar Monarca para presentar una carta especial y exclusiva de ocasión. La propuesta se expresó a través de tres cócteles que sintetizaron su manera de entender la coctelería como un cruce entre técnica, memoria y disfrute habitual. A continuación, la escalada recomendada por el mixólogo mexicano según perfiles de sabor.

Celia Cru, elaborado con mezcal, jugo de limón, guanábana, Giffard de cacao y sal, exploró un registro más tropical y textural, integrando capas de dulzor y amargor sin perder claridad.

Tiny Tuna combinó tequila Herradura Plata con un cordial de tuna roja salado, licor de naranja y jugo de limón, rematado con un twist de limón verde, un cóctel de perfil fresco y directo, donde el balance ácido salino dialoga con la identidad imponente del agave.

Por su parte, Café con Pan partió de un Ron Diplomático Gran Reserva infusionado con pan de muerto, acompañado de mermelada de chabacano, café, limón, solución salina, angostura y flores comestibles; un cóctel profundamente narrativo, donde la nostalgia y la cotidianidad se convierten en el eje sensorial.

La coctelería podía acompañarse de la carta de Monarca y reforzó la noción de que la coctelería contemporánea puede ser un vehículo de identidad y un punto de encuentro cultural, más allá de ser un elemento independiente y sin mayor contexto. La visita de Jorge Urbano reafirma la visión de Bar Monarca como un espacio donde la coctelería latinoamericana puede pensarse, compartirse y evolucionar desde San Salvador, no como una actividad aislada, sino como parte de un proceso continuo de intercambio y aprendizaje.

La serie de colaboraciones de Monarca responde a una lógica precisa planteada por Fernando Arguedas; aprovechar cada visita más allá del servicio en barra. Las tomas de barra funcionan como resultado y una opción de variedad provista por el bar, pero el valor principal está en el tiempo compartido en las masterclasses, en las conversaciones técnicas y en el contacto directo con el contexto local. Estas acciones logran un intercambio eficiente, donde el conocimiento circula y no se concentra en un solo espacio. Los invitados acceden a una lectura condensada de El Salvador, su despensa, escenas y dinámicas, en un periodo corto pero significativo. El resultado no es solo una experiencia para los comensales en bar, sino un modelo de colaboración que prioriza el aprendizaje, la observación y la construcción de criterio, posicionando a Bar Monarca como un espacio activo de intercambio dentro de la coctelería latinoamericana contemporánea.